Los estratos de la muerte en Colombia

Por:
Sireitza Nicolle Barranco Sánchez
Juan Fernando Tabares Henao
Valentina Cadavid Posso
David Hincapié García


Desde la religión católica se cree que cuando morimos el alma debe ir a “reposar” a un lugar, y que la elección de este, depende de las acciones que hagamos en la tierra. Si somos virtuosos nuestro destino es el cielo, si somos muy pecadores el infierno nos esperará y si no tocamos los extremos, el purgatorio nos recibirá. En fin…son muchas las creencias que rodean el proceso del alma en la muerte, pero algo sí es seguro, el cuerpo debe ir a descansar a algún sitio. Y el dinero es el responsable de determinar si nuestro cuerpo va al “cielo”, al “purgatorio” o al “infierno”.

“El cielo”

Por: Santiago Pareja Echeverri.

Aquí están las excentricidades, los que no tienen un límite a la hora de costear el funeral de un ser querido. Hay desde los que tiran las cenizas desde un helicóptero hasta los que transportan el cofre en una motocicleta Harley Davidson.

Los lujos de un funeral en “el cielo” no
tienen fin. Hay personas que mandan a
hacer ataúdes de mármol, cenizarios de bronce y hasta pagan para que el funeral se haga en un bus privado. Como dice el dicho “quien tiene dinero, pinta panderos”.

Casi todos los de este escalafón tienen una previsión exequial; pagan durante toda su vida una cuota mensual de mínimo 40.000 pesos; este precio en la funeraria Capillas de La Fe, la # 1 del país según La Nota, una página de rankings digitales del mercado.

Por otro lado, la mayoría de las tumbas de este estrato social son muy ostentosas y causan impacto a los visitantes de estos parques cementerios, ya que algunas parecen casas, castillos y hasta están rodeadas de todas las “divinidades” del cielo. Por ejemplo, el mausoleo del famoso empresario paisa Diego Echavarría Misas y su familia, parece un templo sagrado el cual es “cuidado” por dos ángeles que dan alusión a la entrada de una vida celestial.

Hay otros casos más particulares, como lo es el de Gustavo Álvarez Gardeazabal, escritor del libro “Cóndores no entierran todos los días”, quien inauguró su tumba sin haber fallecido. Esta se encuentra en el museo Cementerio San Pedro y está hecha de bronce, tiene 3 metros de altura y pesa casi 300 kilos, y así se consolida como la primera persona en Colombia que hace esto aún con vida.

Juan David Aldave, coordinador del área de logística de la Funeraria San Vicente, manifestó que “no hay cosas extrañas dentro de un ritual funerario, sino atípicas, ya que estas ayudan a las personas a mitigar el impacto que deja la falta de un ser querido”.

Al fin y al cabo, cada quien se despide de sus parientes a su modo, pero eso sí, para estar en “el cielo” se necesita sacar del bolsillo.

«El purgatorio«

Mucho se habla de este lugar en el que están o estaremos la mayor parte de las personas, quienes han de conformarse con tener un sepulcro digno, sin lujos pero con lo suficiente para recordar.

Un velorio en esta escala tiene lo necesario, su respectiva velación con un tiempo mínimo de 4 horas, un cofre tradicional, el transporte de los asistentes, el ritual simbólico que se requiera, y el entierro o cremación. Allí lo único que importa es poder despedirse.

La previsión exequial en este estrato no es muy común, ya que la mayoría de las personas no creen necesario este aspecto, debido a que hay otros gastos más “precisos” y que no dan espera como la alimentación, el arriendo y los servicios públicos. Dado el caso que lo paguen, el precio oscila entre 9.000 y 12.000 pesos mensuales.

Si hablamos de tumbas serían las más comunes, las que se han vuelto paisaje y pasan desapercibidas en los cementerios, ya que tienen su respectiva placa y quizás, flores, adornos o una foto. No se puede omitir, que también hay muchas personas de este estrato que aunque no tengan para llenar de lujos las tumbas de sus parientes, intentan decorar con objetos que hayan sido simbólicos e importantes para el fallecido.

Muchos de los habitantes de “el purgatorio” tienen que lidiar con el futuro del proceso de inhumación, ya que si no tienen lote propio deben someterse a que a los 4 años saquen los restos de sus seres queridos y los trasladen a un espacio más pequeño.

“El arriendo de un lote temporal por 4 años puede costar aproximadamente 1.500.000 pesos. Mientras que la compra de uno puede valer mínimo 3.000.000 de pesos dependiendo del lugar que ocupe en el cementerio” expresó Fernando Cortés, director de Capillas de La Fe en la sede Antioquia.

Solo queda mencionar que muchos tienen familiares que se hacen responsables de su sepultura, porque se ha vuelto tradición que alguien de la familia cargue económicamente a todos sus muertos.

«El infierno»

Todos tememos a este lugar, especialmente porque nadie desea arder en el olvido. El infierno representa el descuido, la soledad, la pobreza material y la no preocupación por una muerte digna.

Aquí no hay nada, literalmente…porque muchos cadáveres ni siquiera son reclamados por sus parientes, quedan ahí desolados en las salas de Medicina Legal o en las morgues, hasta que un alma caritativa le dé “al menos” un sepulcro.

Desde cada administración municipal se destina un monto para que estas personas tengan una cristiana sepultura y su cuerpo pueda alojarse en un lugar que no esté desamparado. Esta ayuda no es solo para los no reclamados, sino también para los habitantes de calle, los migrantes y adultos mayores en abandono.

Muchos de los que están en el infierno, son víctimas o victimarios de la guerra en el país, que según un reporte de Caracol Radio en el año 2021 “en el Cementerio Universal de Medellín, habría 906 cadáveres de víctimas de desaparición forzada o ejecuciones extrajudicial y quienes fueron enterrados como NN”.

Estas personas que tuvieron un nombre que por distintas causas desapareció, hoy son nombrados con dos letras que no reflejan ni un poco de lo que fueron en algún momento. Por otro lado, en este último piso, también se encuentran aquellos que por falta de dinero y consciencia, tuvieron que padecer los estragos de perder a un ser querido y no tener ni un peso para costear su despedida.

No hay nombres, no hay flores, no hay fotos, no hay lápidas, solo un pedazo de cemento o hierba que cubren esos cuerpos que quedarán ausentes en esta vida terrenal.

A pesar de todo, sea cielo, sea purgatorio o sea infierno, al final todos nuestros cuerpos quedarán iguales, porque “polvo somos y en polvo nos convertiremos” y el dinero lo único que puede determinar es ¿cuál es nuestro precio a la hora de morir?