MÁS ALLÁ DE UN REPORTAJE

Por: Sofía Orrego y Luna Payares

Desde el día que llegué he tenido una gran estadía, buenos vecinos y excelentes vistas, pero me he percatado de que quienes visitan mi residencia no lo conocen muy bien.   Mi nombre actual es Fantasmín, morí hace muchos años y fui enterrado en el Cementerio San Pedro. Quién diría que el lugar predilecto para descansar, tendría tantas historias por contar… es por eso que hoy les hablaré de historia: del Cementerio, pero inevitablemente también de Medellín.   Actualmente el Museo Cementerio tiene unos mediadores que hacen esto mismo que estoy haciendo, uno de ellos es Andrés Ospina, él ha estudiado la historia del arte que aquí se alberga, y todo lo que ha sucedido desde la creación de este lugar hasta la actualidad.

A ocho meses de haber culminado la Guerra de los Supremos, y con el levantamiento de los primeros puentes sobre el río Medellín, en la ciudad, el médico Pedro Uribe Restrepo iba en búsqueda de 50 socios representantes de 50 familias para crear el primer cementerio privado de Medellín. “Pedro Uribe buscaba un lugar higiénico, exclusivo y hermoso para descansar, allí se dio cuenta que los cementerios de aquel momento como el San Benito y el San Lorenzo no tenían lo necesario para un digno reposo” cuenta Andrés en sus recorridos. Es así como don Pedro llega a la calle Bolívar en el barrio Sevilla, llamado anteriormente El Camellón del Llano, para iniciar la construcción del cementerio San Pedro.

Con la rotonda Galería San Pedro se abren las puertas al cementerio en el año 1845, cuando el comercio, la minería y la industria tomaban fuerza en la ciudad, dándole el titulo de la Ciudad Industrial de Colombia, además, la llegada del tranvía afianzó la urbanización cerca al cementerio y se consolidaron los barrios Sevilla y Plaza de la República, ubicados al frente del recinto fúnebre. Juan Diego Torres, historiador contó para el periódico El Colombiano que “para ese momento el San Lorenzo no representaba esa importancia en términos estéticos. No era un lugar bonito y así lo dicen en su acta. Este va a ser un proyecto elitista y excluyente. Un cementerio para los ricos, casi como un club”. Creo que los ricachones de la Medellín del siglo XIX se deben estar revolcando en sus tumbas al ver que ahora cualquier persona puede estar aquí y ya no es tan exclusivo como lo fue al principio, sin embargo antes de 1970, allí estarían las personas más adineradas e influyentes de Medellín como los expresidentes Mariano Ospina Rodríguez, Carlos E. Restrepo y Pedro Nel Ospina o comerciantes y empresarios como: José María Sierra “Pepe Sierra”, Carlos Coroliano Amador Fernández, Luis Eduardo Yepes, Germán Saldarriaga del Valle, Alejandro Ángel y Alejandro Echavarría. 

Artistas y escritores como: María Cano, Pedro Nel Gómez, Bernardo Vieco, Jorge Isaac, Efe Gómez, Ciro Mendía y Fidel Cano La característica principal de este lugar fueron los mausoleos en mármol de carrara traído desde el viejo continente y con el que artistas como Bernardo Vieco o Marco Tobón plasmaron la esencia de las familias y sus seres bajo las peticiones de arcángeles, parcas, esculturas religiosas, etc. Así pues, el San Pedro tomó el nombre de la Ciudad Blanca. Los guías como Andrés suelen mostrarle a los visitantes que después de tantos años, el mármol comienza a romperse y a separarse, pero hace parte del paso del tiempo, al fin y al cabo, los años no llegan solos, ni siquiera para las cosas. Como el poeta Gabriel Escorcia, fuimos a buscar a los muertos por tener miedo a los vivos, y así llegamos al mausoleo de los Bedout: fue construido en honor al patriarca don Félix quien comenzaría el imperio Bedout con una miscelánea que, gracias al empuje antioqueño, se convertiría en un emporio nacional con editorial, librerías, droguerías y una casa de exportaciones. 

Al fallecer, la familia Bedout decidió dejar un legado y a diferencia de los mausoleos del momento, escogieron una escultura en bronce del Ángel Guardián o Ángel de la Muerte, que tiene un detalle que sólo los buenos observadores podrían notar: tiene vacías las cuencas de sus ojos, para dar el efecto de mirar a quien visita a la familia, y el cual, con su espada defiende a quienes allí descansan. Sin alejarnos mucho, está el mausoleo de la familia Ospina Vásquez inspirado en las imponentes columnas griegas, creado en honor al General Pedro Nel Ospina, presidente de la República entre 1922 y 1926. Pedro Nel fue ingeniero, educador, empresario, escritor, etc. Y se preparó en las mejores universidades como la Universidad de California, École nationale supérieure de chimie de Paris y hasta la Universidad de Antioquia. Su conocimiento de los negocios hizo que su mandato fuera diferente al resto, pues al combinar sus conocimientos políticos y económicos logró fabricar las primeras despulpadoras de café, ruedas Pelton para la generación de energía y herramientas de labranza; construyó lavaderos y trillos y utilizó nuevos sistemas de riego. 

El cambio que he visto en los últimos 50 años en el San Pedro ha sido abismal, pues, aunque se mantiene la excentricidad de los adinerados antiguos, en la actualidad el espacio se ha ampliado lo suficiente para recibir a las personas de a pie. Pero no podemos obviar el hecho de que la accesibilidad a la educación y la facilidad con la que se conseguía el dinero en siglos pasados, influía en la relevancia que las personas podían tomar en la sociedad y el reconocimiento que podrían mantener con los años, para así después de muertos, tener un homenaje a la altura de su renombre, como los mausoleos del Cementerio Museo San Pedro, lugar de las grandes personalidades del siglo XX.